Siempre es difícil hablar de la relación de los plásticos con la economía circular sin caer en la tentación de tomar partido por uno de los bandos de posturas diametralmente opuestas. Lo que es cierto es que, queramos o no, los plásticos son inevitables, y lo que debemos plantearnos es cómo minimizar su impacto medioambiental.
¿Por qué son inevitables? Sencillamente porque no existen sustitutos que posean sus propiedades y proporcionen sus beneficios funcionales, evitando a la vez los problemas que pueden plantear desde el punto de vista de la sostenibilidad, o siquiera que se aproximen. No existen supermateriales capaces de ello.
Lo que está claro es que, con el modelo actual, los plásticos están más cerca de la economía lineal que de la circular, considerándose al final de su vida útil más un residuo que un componente revalorizable.
La oportunidad que tenemos por delante, y es la dirección en la que empuja la normativa europea con el horizonte inicial en 2030, es incorporar paulatinamente los plásticos a un modelo de economía circular, fundamentalmente a través de la reducción y el reciclaje.
Así, ya se han iniciado acciones para eliminar la utilización innecesaria de plásticos, en lo referente materiales de un solo uso que se asocian a un tipo de consumo agresivo de usar y tirar, potenciando la utilización de materiales que proporcionen una mayor vida útil, retardando su conversión en residuos.
O también, como en el caso del packaging, la tecnología disponible es cada vez más capaz de producir las mismas unidades de envases con menos cantidad de material (lo que se denomina lightweighting), lo que no sólo permite reducir el consumo de recursos naturales sino que indirectamente afecta a la reducción de la huella de carbono de la cadena logística global, ya que el consumo energético y de transporte es mucho menor al ser menor el peso de los envases.
Si nos centramos en el caso de los envases, no sólo se trabaja en la racionalización de su uso, sino también en la investigación y desarrollo de nuevos materiales plásticos más biodegradables y ecoeficientes que permitan un mejor aprovechamiento al final del ciclo de vida del envase.
Además, la capacidad de reciclaje de los envases plásticos es alta, y cada vez lo será más: actualmente se reciclan en Europa alrededor del 30% de los envases, repartiéndose el resto entre incineración y vertederos, y el plan es desarrollar la industria europea del reciclaje con el horizonte de reciclar el 70% para 2030.
Hay una corriente de opinión que estima que el reciclaje no es estrictamente economía circular, y que ésta ha de basarse casi en exclusiva en la reducción y reutilización de los envases, obviando la realidad de que el material reciclado se reincorpora al ciclo económico y, además, en muchos casos revalorizando el producto al que se incorpora.
La economía circular ideal, sin generación de residuos, no es técnicamente viable y, además de trabajar en la prevención, sensibilización y reducción del consumo innecesario de plásticos, hemos de ser conscientes de las ventajas irremplazables que no aporta su uso racional y aceptar que su reciclaje es un componente beneficioso que aporta valor a la sostenibilidad de la economía circular posible.