Al hilo de la permanente discusión entre defensores y detractores del reciclaje del plástico, en el sentido de contraponer cifras esperanzadoras en un caso, y demoledoras en el otro, no podemos sino observar con cierto escepticismo la confrontación de cifras.
En el mundo de lo posible, que es en el que nos movemos, el uso de plástico es inevitable. Lo que tenemos que pensar no es cómo evitar su uso sino cómo racionalizarlo, reduciendo el consumo innecesario de recursos y la generación masiva de residuos irrecuperables.
Porque hay que ser honestos: una gran cantidad de plástico, demasiado, es de un solo uso, y mucho no es reciclable, acabando en vertederos. Según datos de Cicloplast, en 2017 se recicló en España el 41% del plástico consumido, yendo a vertedero el 39%, y el resto a incineración.
El camino pasa por la reutilización y, llegado el momento de final de ciclo del producto, recuperar el máximo posible mediante el reciclaje. En este sentido, el caso del PET es paradigmático por su elevada reciclabilidad (en 2017 en España se recicló casi el 75%), lo que facilita y promueve su utilización en la fabricación de envases (que suponen más de la mitad del uso de plástico) para multitud de aplicaciones.
Debido a esta reciclabilidad, la optimización y mejora de los procesos de reciclaje de PET ha sido constante en los últimos años, reforzando la gran ventaja del PET reciclado: no sólo puede utilizarse en aplicaciones secundarias respecto de la original, como pueden ser flejes, fibras textiles, etc., sino que puede incorporarse nuevamente a su propósito original como envase alimentario, en proporciones variables según la aplicación, reduciendo el consumo de material virgen.
Técnicamente, es totalmente factible producir envases de PET de hasta el 100% de material reciclado, y de hecho ya hay disponibles en el mercado referencias que remarcan esta característica.
Es cierto que el número de ciclos de reciclado es limitado, ya que el material se despolimeriza progresivamente, por lo que al cabo de un determinado número de procesos de reciclaje es necesario volver a introducir el material en el proceso de repolimerización.
En cualquier caso, su reciclabilidad es comparable, si no superior, a la de los materiales considerados alternativos, como puede ser el vidrio, y su huella de carbono es inferior. No debe confundirse una mala praxis en la gestión de residuos con la reciclabilidad de un determinado material.