En los últimos setenta años hemos podido observar un crecimiento exponencial a nivel mundial del plástico. Gracias a las propiedades que ofrecen las resinas plásticas y a su facilidad de procesamiento, este material, a día de hoy, se ha popularizado en todos los sectores. Ahora bien, al tratarse de productos inorgánicos creados de forma artificial, el medio ambiente es incapaz de descomponerlos. Si a esto le sumamos la falta de concienciación ambiental, la mala gestión de residuos y un uso indebido, las instituciones europeas optan por el camino fácil: establecer normativas que apunten hacia una desaparición paulatina del plástico, alegando que suponen un gran riesgo ambiental en muchos ecosistemas. Por tanto, aunque lo más fácil sea demonizar esta materia prima, ¿cuál es la verdadera amenaza, el plástico o la forma de utilizarlo?
La eliminación completa del plástico no es una opción viable, al menos a corto y medio plazo. Su durabilidad, maleabilidad, resistencia y reducido coste, lo han convertido en la solución más utilizada en el sector del envase y el embalaje, concretamente para envasar productos perecederos del sector de la alimentación, facilitando el almacenamiento y transporte de todo tipo de productos y sustancias, y reduciendo el desperdicio alimentario considerablemente.
Según datos de la FAO, el uso del plástico permite que en Europa los alimentos que se estropean por su mala conservación apenas ascienden al 3%. En los países en los que el uso de envases plásticos no está tan desarrollado este porcentaje puede alcanzar hasta el 40%.
Además, su larga duración y buena maleabilidad, hacen del plástico un material óptimo para el reciclaje, dándole una segunda vida y evitando tener que generar más recursos. Sin embargo, cada año se generan cientos de toneladas de plástico que suelen ser desechadas en espacios naturales o incineradas, contaminando de forma severa el entorno. Por tanto, ¿cuál es la principal problemática respecto a la contaminación? Una mala gestión de los residuos.
¿Cómo convertir estos desechos en recursos?
Según Plastics Europe, en el año 2020 se produjeron 367 toneladas de plástico en la UE y, de acuerdo con un estudio de Cicloplast, se recicló una tasa media del 46% ese mismo año. La Comisión Europea ha fijado como objetivo para el año 2030 que todos los envases fabricados sean reutilizables o reciclables para transformar estos desechos en recursos y sacarles el máximo provecho. Además, a partir del 3 de julio de 2021 se prohibió la comercialización de platos, cubiertos, pajitas, palitos de globos y bastoncillos de algodón de plástico de un solo uso, en todos los estados miembros de la UE. En España ya se ha puesto en vigor la nueva tasa de 0,45 céntimos por kilogramo que se aplicará a los envases de plástico no reutilizables. Hasta aquí todo bien, pero la insuficiencia en cuanto a infraestructuras para la recogida y selección; la escasa inversión en investigación de métodos de reciclaje más eficaces; y la alta producción de plásticos que, no son reciclables ni reutilizables, no permiten avanzar hacia un modelo sostenible. Además, las limitadas campañas para informar y la falta de concienciación de los ciudadanos a la hora de manejar/gestionar sus residuos plásticos no hacen más que alejar el objetivo.
La solución pasa por involucrar a todos los actores, tomando medidas tanto normativas como de concienciación o incentivos económicos para revertir la situación, como por ejemplo el método implantado en Alemania, donde se aplica un sistema de retorno de envases incentivado. Nosotros, como empresa del sector del embalaje plástico, también debemos comprometernos y eliminar todos los productos de “usar y tirar”, es hora de empezar a fabricar soluciones de “usar y reutilizar”. Técnicamente, es totalmente factible producir envases de PET de hasta el 100% de material reciclado, y de hecho, ya hay disponibles en el mercado referencias que marcan esta característica. Este material no solo puede utilizarse en aplicaciones secundarias respecto de la original, como pueden ser flejes, fibras textiles, etc., sino que puede incorporarse nuevamente a su propósito original como envase alimentario, en proporciones variables según la aplicación, reduciendo el consumo de material virgen.
En conclusión, no hay que matar al perro para acabar con la rabia. Convertir los desechos plásticos en nuevos recursos e integrar este material en la economía circular está en manos de todos. El plástico no desaparecerá, por tanto, hagamos de él un elemento sustentable y sostenible. En Biblox apostamos por aportar al mercado bandejas de plástico termoformadas reciclables con el máximo índice de material reciclado.